Nos ha llamado mucho la atención que, en estos tiempos en los que casi todos los sistemas educativos dan tanto peso a los resultados de los informes PISA, Japón se encuentra en las primeras posiciones sistemáticamente. A la vista de los resultados, el país nipón muestra unos niveles educativos impresionantes. Sin embargo, si nos fijamos en la educación no obligatoria y universitaria, se descubre una realidad sorprendente: los universitarios japoneses tienen un nivel educativo muy bajo en comparación con universitarios de otros países.
Esto nos lleva a pensar que el informe PISA no refleja realmente la calidad de un sistema educativo, sino el nivel educativo de un colectivo de estudiantes reducido de los distintos países en una determinadas competencias. Por esto, es necesario tener cuidado a la hora de interpretar los resultados de este informe y no basarse solo en el a la hora de juzgar y planificar un sistema educativo concreto.
SOCIEDAD Y EDUCACIÓN EN JAPÓN
La cultura de Japón es el resultado de un
proceso histórico que comienza con las olas inmigratorias originarias del
continente de Asia y de las islas del Océano Pacífico, seguido por una fuerte
influencia cultural proveniente de China y, posteriormente, un largo período de
aislamiento con el resto del mundo hasta finales del siglo XIX, en donde recibe
una inmensa influencia extranjera y que se acrecienta después del final de la
Segunda Guerra Mundial. Esto dio como resultado una cultura distinta a otras
culturas asiáticas.
Japón es hoy
una de las sociedades industriales más avanzadas en el mundo, altamente
urbanizada y dependiente de la alta tecnología y las comunicaciones. Si bien en
el pasado fue uno de los países más aislados, hoy está completamente integrado
en las distintas redes internacionales. Sin embargo, al mismo tiempo rigen
patrones tradicionales de comportamiento y la ética social sigue teniendo un
profundo significado en el panorama contemporáneo.
Las
interrelaciones personales están muy influenciadas por las ideas de
"honor", "obligación" y "deber", conjunto
conocido como “giri”, y que representa una costumbre diferente a la
cultura individualista y liberal de los países occidentales. Las concepciones
de "moralidad" y "conductas deseables" son menos
practicadas en situaciones familiares, escolares y de amistad. Sin embargo, se
observa una práctica más formal frente a superiores o gente desconocida.
Una de las
características más destacadas siempre de la sociedad japonesa es la
impasibilidad dominante ante la búsqueda de independencia social, que contrasta
con la ansiedad que ésta provoca en la sociedad europea y estadounidense. En
este mismo orden, la sociedad japonesa, aunque enfatiza en la solidaridad, ha
de considerarse como una sociedad eminentemente vertical, ya que favorece todo
tipo de estructuras jerárquicas, incluso en grupos reducidos: en la relación
esposo-esposa hay una precedencia social del varón con respecto a la mujer;
prioridad de la edad o generación, en cualquier consideración o trato (términos
tan usuales como “sensei” o “senpai” hacen referencia a una veteranía o a un
haber nacido antes), y en la continua atención al que es cabeza o superior de
cualquier grupo humano, ya sea fijo o transitorio (empresas, comités, grupos
turísticos, etc.). Esta espontánea y general aceptación de un orden establecido
es como un instinto ancestral por el que cada individuo se siente en comunidad
y ocupa en ella el lugar que le corresponde. Es la fuerza de sustentación de
toda la arquitectura social japonesa.
Un aspecto que
ha tenido un rol significante en la cultura japonesa es el idioma japonés.
También se practica el “nemawashi”, que se refiere a la preparación
cuidadosa y seria de un proyecto, que refleja la armonía aceptada y respetada
dentro de la cultura japonesa.
Los hombres al
igual que las mujeres son bastante machistas. En una reunión, el que lleva el
peso de la misma siempre suele ser el hombre. Cuando una mujer se casa, no sólo
pierde su apellido sino que deja de pertenecer a su familia y pasa a ser parte
de la familia del esposo. No es poco habitual, aunque cada vez menos, que las
mujeres renuncien a su empleo al casarse para "hacerse cargo de su hogar. Los
hombres, en cambio, seguirán trabajando y más bien recibirán un aumento de
sueldo por "los gastos extras". Los casos de acoso sexual son
bastante comunes en las oficinas y universidades, pero son raramente
denunciados. En los trenes, han llegado a ser tan comunes que la única solución
que se les ocurrió a las autoridades fue la de establecer vagones "sólo
para mujeres"
Para los
japoneses su empresa es como su casa, su entorno, al que quieren, respetan y
luchan por ella, independientemente de su puesto, salario y condición. El grado
de vinculación y de relación que hay entre empresa – empleado es muy estrecho, nadie
dirá que está descontento con su empresa; el índice de rotación es bajísimo. Es
muy normal el ver una persona que ha estado toda la vida en una empresa.
SISTEMA EDUCATIVO
En Japón, la educación es obligatoria para los niveles de primaria y secundaria.
Prácticamente todos los alumnos pasan al bachillerato, el cual es voluntario y
los estudiantes pueden elegir 4 asignaturas que les ayude realmente en su
proyecto de vida. La mayoría de los estudiantes asisten a escuelas públicas
hasta la secundaria. El sistema educativo japonés jugó un importante papel
durante la recuperación y rápido crecimiento económico durante las décadas
posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial.
Una gran parte
de los niños empiezan su educación asistiendo a jardines pre-escolares, a pesar
de que éstos no son parte del sistema educativo oficial. La educación anterior
a la educación básica se proporciona en el preescolar y guarderías tanto
públicas como privadas que reciben a niños de más de un año y de hasta cinco
años. Los programas para aquellos entre tres y cinco son similares al del
preescolar.
El sistema educativo
nipón se caracteriza por una fuerte matriculación de alumnos y de su continuidad
a lo largo del mismo. Las escuelas de nivel secundario, que agrupan a
estudiantes desde los 15 a los 18 años, suelen contar con el 94% de los
estudiantes que completaron previamente el nivel primario, a pesar de no ser
este nivel obligatorio. Cerca de un tercio de todos los graduados en el sistema
educativo secundario japonés entran al nivel terciario, para obtener algún
título universitario, o bien a otras instituciones para complementar su
educación.
La estructura
educacional japonesa no solo consta exclusivamente de colegios de tipo público
financiados por el gobierno sino que la educación privada también forma una
parte importante de este sistema, y no deben ser tomadas a menos, ya que las
universidades privadas (que cuentan con un nivel de exigencia académico menor)
agrupa a la mayoría de estudiantes de este nivel educativo. De hecho, durante
la escuela elemental y secundaria inferior (etapa obligatoria), la mayoría de
los estudiantes japoneses están matriculados en centros públicos, mientras que
en las etapas postobligatorias esta tendencia se invierte en favor de los
centros privados.
Debido a los
cambios sociales en cuanto a la natalidad (con un índice muy bajo), ahora las
escuelas, tanto públicas como privadas compiten por atraer a los jóvenes teniendo
que bajar, para lograr sus objetivos y seguir funcionando, las exigencias y los
niveles de sus exámenes de ingreso. Las aulas se encuentran vacías si se
compara al número de estudiantes con la capacidad que éstas tienen. En los
centros de educación públicos, escuelas que fueron construidas para albergar a
1.000 estudiantes, algunas veces no llegan a tener ni un tercio de ese número.
Desafortunadamente, esto no se compara a los tamaños de las aulas, las cuales
suelen acomodar normalmente a entre 35 a 45 estudiantes cada una.
Como
hemos podido comprobar, la sociedad japonesa es una sociedad completamente
jerarquizada en la que se antepone ante todo el respeto por los superiores.
Este rasgo cultural del país nipón se fomenta desde que los alumnos ingresan en
el sistema educativo, el cual enseña los valores del respeto hacia la autoridad
superior. Sin embargo, lo cierto es que carece de la enseñanza de otros valores
como el respeto hacia la mujer o el grupo de iguales. Esto queda patente en la
elevada tasa de abusos cometidos contra las mujeres en el país del sol naciente
y las desigualdades laborales.
(Fuente:
The Economist)
La
sociedad japonesa es a la vez individual y colectiva. Individual en cuanto a
que tanto el sistema educativo como el entorno familiar enseñan a los alumnos a
que como individuo debe esforzarse al máximo para encontrar un trabajo que le
consiga una alta posición social, independientemente del resto de compañeros.
Pero a su vez es colectiva debido a que a la hora de trabajar, se tiene mucha
conciencia de que se es una parte dentro del todo que sería la empresa que como
hemos visto es uno de los pilares fundamentales de la vida de un japonés.
Se ha comprobado
que la educación basada en los resultados académicos funciona bien hasta cierto
punto. Si bien Japón obtiene muy buenos resultados en los informes PISA, la
realidad es que a la hora de trasladar estos resultados a la sociedad el país
oriental descubre un gran problema. Los japoneses ven el sistema educativo como
una herramienta para encontrar un trabajo y por ello solamente se esfuerzan lo
necesario para conseguir el éxito lo más rápidamente posible. Una vez que han
cursado los años obligatorios en centros públicos, muchos estudiantes son
matriculados en centros privados para preparar los fortísimos exámenes de
acceso a la universidad.
Paradójicamente
una vez superados estos exámenes los alumnos nipones ya han alcanzado el máximo
de su potencial como estudiantes: la Universidad en Japón tiene un nivel
bastante bajo. Esto se acrecienta debido a que la baja tasa de natalidad del
país hace que haya una sobreoferta en las plazas universitarias y las
universidades (sobre todo privadas) del país bajen el nivel o prometan un
rápido acceso al mercado laboral para atraer al alumnado.
Esto se ve reflejado en el hecho de que muchos
estudiantes japoneses en la universidad, que debería ofrecer cuatro años de
educación, se licencian solo con tres años de estudios. Mediado el tercer año
de carrera, muchos universitarios están ya atareados buscando trabajo y no
pueden asistir a las clases y muchas universidades privadas no tienen más
remedio que consentir esta actitud de los jóvenes hacia el estudio. Esto se
debe a que la fama de una universidad se ve muy influida por el mayor o menor
éxito que tienen sus alumnos en la búsqueda de empleo. Juzgar con severidad los
resultados académicos y causar así bajas entre el alumnado es contraproducente
para estas universidades privadas porque dependen económicamente de los
ingresos que obtienen en concepto de tasas académicas.
En las
empresas privadas se garantizaba un empleo estable y duradero, y mediante la “capacitación
en el puesto de trabajo” (on the job training, OJT), a la que se
dedicaba todo el tiempo necesario, operaba de forma eficaz un sistema para
elevar la capacitación profesional, sistema en el cual la obtención de una alta
productividad no se basaba en la elevación de la productividad individual de
cada trabajador, sino en la cooperación, en el trabajo de equipo.
A las empresas
no les interesa saber si el nuevo empleado había adquirido o no destrezas
especializadas en la universidad, sino saber si esa persona tenía facilidad
para aprender eficientemente mediante el OJT. Esto podía demostrarse, sabiendo
a qué universidad había sido capaz de ingresar. Dotes como la diligencia, la
inteligencia, la rapidez en la comprensión son capacidades que se miden en los
exámenes de acceso a la universidad y si son altas pueden entenderse también
como indicios de habilidad para la capacitación profesional. Por eso, los
estudiantes que habían podido ingresar en las universidades más prestigiosas,
donde se exigía un mayor rendimiento en los exámenes de ingreso, eran
bienvenidos a las empresas como personal con mayor habilidad para la
capacitación profesional.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Kelly, Boyd. (1999). Encyclopedia of Historians and Historical Writing, Vol. 1, p. 522;
De Bary, William et al. (2005). Sources of Japanese Tradition, Vol. 2, p. 69.
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Brian Platt, "Japanese Childhood, Modern
Childhood: The Nation-State, the School, and 19th-Century Globalization," Journal
of Social History, Summer 2005, Vol. 38 Issue 4, pp 965-985
Kathleen S. Uno, Passages to Modernity:
Motherhood, Childhood, and Social Reform in Early Twentieth Century Japan
(1999)
Mark Jones, Children as Treasures: Childhood
and the Middle Class in Early Twentieth Century Japan (2010)
Matsutani, Minoru, "Student count,
knowledge sliding", Japan Times, 10 January 2012, p. 3.